El contagio

El ministro De Guindos ha advertido del peligro de contagio que podría tener la crisis chipriota de no resolverse cuanto antes. El contagio que se pretendía con esta crisis, perfectamente calculada y detonada, ya se ha producido, y de un modo muy eficaz y concreto.

Europa ha preparado el escenario en Chipre para propiciar el caos. Un caos absoluto donde todo el mundo lo pierde todo y al que asistiremos dentro de pocos días. La ruina de Chipre no tendrá ningún efecto en la economía europea ni mundial y, salvados los primeros días de habitual tobogán, todo volverá a la normalidad. Pero el sur de Europa habrá recibido el contundente mensaje de que no tiene más remedio que hacer los deberes si no quiere verse incendiada por el terrible caos. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha advertido de que el plan de rescate acordado para Chipre representa un nuevo modelo para resolver los problemas de los bancos de otros países miembros.

El dinero regalado y la paciencia se han terminado y los españoles ya podemos ir preparándonos para saber lo que son las auténticas medidas de austeridad, que aún no han sido tomadas y por eso continúan creciendo el déficit y la deuda.

Será durísimo, pero Europa entiende que sólo una revolución controlada, brutal pero controlada, puede de algún modo salvarnos. Y para que nadie tenga la tentación de rebelarse ni de hacer el héroe, nos han enseñado preventivamente en Chipre «el miedo en un puñado de polvo».

Casi nunca nos damos cuenta de que nos encontramos en un momento histórico. Los momentos históricos suelen descubrirse mirando atrás. Pero tengo la sensación de que estamos en un momento histórico. Y grave. De un lado, naufraga el Estado del Bienestar creado a partir de ideas marxistas y no desde los principios económicos, humanistas y justos; y del otro, estamos conociendo el fin de trayecto de la mala praxis político-económica de tantos líderes mediocres y sin virtud, aceptada por una sociedad nada virtuosa y también muy mediocre.

Lo que importa no es Chipre, sino su escarmiento. El peligro no es el contagio, el peligro es lo que les va a suceder a los chipriotas, que van a ser las estudiadas víctimas colaterales de la situación. Las cobayas de Europa. La idea está muy bien pensada, aunque contempla escenarios de una gran crueldad; pero la mejor manera de evitar un desastre es que la gente pueda imaginárselo. Y Chipre es suficientemente pequeña para que su drama no nos afecte y suficientemente grande para que todos lo veamos, y aprendamos, y nos imaginemos el desastre y el terror, y el caos, y nos conjuremos para evitarlo.

Muchas veces nos hemos creído más listos que los demás, y en algunas ocasiones lo hemos sido. Pero al final todo se acaba: y lo primero, el dinero de los demás. Sería más útil si mientras dure la angustia durara el arrepentimiento, y tomáramos conciencia, una a una, de todas las cosas que hemos hecho mal, que han sido muchas, cada cual desde sus circunstancias. La economía mejorará cuando mejore la moral, y el miedo se transformará en esperanza cuando dejemos de creer que la culpa la tienen los demás, empecemos a asumir que vivir es pagar el precio y que sólo tenemos derecho a cobrar una parte del beneficio que seamos capaces de generar.